Conjuros del más allá

Por Ignacio Balbuena

Conjuros del más allá (The Void)
Canadá, 2016, 90′
Dirigida por Jeremy Gillespie y Steven Kostanski.
Con Ellen Wong, Kathleen Munroe, Aaron Poole, Kenneth Welsh, Art Hindle, Daniel Fathers, Stephanie Belding y Amy Groening.

Una noche en el museo

Por Ignacio Balbuena

El escenario inicial es sencillo y encantadoramente Carpenteriano: un grupo de personas queda encerrado en un hospital, rodeado de unas figuras encapuchadas misteriosas y siniestras. Este escenario de asedio y resistencia es común en varias películas de John Carpenter en particular (desde Asalto al Precinto 13 y Príncipe de las tinieblas hasta la deliciosamente camp Fantasmas de Marte) y del género terror en general, y la película se adapta perfectamente a este molde en sus primeros minutos. Algunos detalles bastan para construir la amenaza: un triángulo pintado en las capuchas sugiere la idea de un culto siniestro, cuasi pagano. La quietud y el silencio de los encapuchados los vuelve atemorizantes. En un momento, uno de los personajes sale a recobrar un arma y se encuentra con uno de ellos. Contraplano de reacción, vuelta al plano del encapuchado y ahora son varios, empuñando cuchillos en sincronía, iluminados por las luces de colores de un auto de policía en medio de la oscuridad de la noche. Naturalmente, además de la amenaza externa, lo interesante en los escenarios de este estilo deberían ser los personajes y el conflicto que surge entre ellos.

Esta película canadiense de Steven Konstanki y Jeremy Gillespie (dos figuras clave de la productora Astron-6, conocida por sus pastiches ochentosos de terror/comedia, que homenajean el sci fi apocalíptico (Manborg), el slasher (Father’s Day) y el giallo (The Editor), siempre con un espíritu juguetón muy afín al circuito de medianoche: películas de culto ready-made) abandona la comedia, aumenta el presupuesto y la ambición conceptual, pero mantiene el amor por el cine de género de los ‘70 y ‘80, con una doble influencia. Por un lado la de John Carpenter y George Romero, padres indiscutidos de un tipo de terror específico que esta película intenta emular. Por otro algo de Clive Barker y Lucio Fulci, cuando la trama abandona la simpleza y efectividad de sus primeros 40 minutos para terminar en un final de psicodelia gore y pomposa.

Pero si CdMA falla no es por su inscripción en un terror de autores canónicos, sino por un problema de personajes. Sin ir mas lejos, los que pululan por las historias de Carpenter y Romero siempre son arquetípicos y memorables, incluso aunque (o justamente porque) no sabemos mucho de ellos. En Conjuros del mas allá (exótico título para el original The void) se nos intenta generar empatía con el protagonista a través de una historia trágica que se relaciona con la trama directamente, pero que se diluye en medio de un plot inexplicable, lo que atenta contra la empatía y la suspensión de la incredulidad que demanda la historia: El protagonista es el policía Daniel Carter, cuya historia lo une a su ex-mujer, Alison (que trabaja en el hospital en el que los personajes quedan encerrados), Vincent y Simon son los gruñones de turno que prefieren resolver todo a los tiros, y completan el cast la enfermera novata Kim, el dr. Powell, y Maggie, una chica embarazada, acompañada por su abuelo Ben. Todos son más  o menos cuadrados y, como en las películas de Carpenter, tienen menos pasado que Adán y Eva. La diferencia es que mientras en Romero y JC los personajes se comprendían gracias a sus acciones aquí esa exterioridad nunca los define. Y que los actores sean de madera balsa y cartón corrugado tampoco colabora a la causa. Por eso la ausencia de empatía es un lastre fuerte a la hora de conectar con las arbitrariedades del plot.

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De hecho, CdMA tiene una trama sencilla: un doctor, motivado por la muerte de su hija, deviene el líder de un culto siniestro que revive a los muertos. En el medio, un policía, su ex-mujer y varias personas más terminan atrapadas en un hospital, rodeados de miembros del culto y las criaturas que empiezan a poblar el hospital, resultado de las resurrecciones que transforman a los muertos en pesadillas dignas de Cronenberg. Pero a esta trama prácticamente hay que adivinarla: frente a la tersa transparencia de la narración carpenteriana, CdMA se enamora de los practical effects y empieza a aplicar una filosofía de “más es mejor” que le termina jugando muy en contra.
Pienso en dos películas de Carpenter que de alguna manera se vinculan con ésta: El enigma de otro mundo (por las mutaciones corporales en gente poseída), y En la boca del miedo (por el horror lovecraftiano). Ambas películas tiene un gran despliegue de efectos y criaturas, pero también hay una economía de recursos. Es cierto que en la primera de ellas abundan y son memorables los momentos en que la criatura ataca en forma de mutaciones grotescas, pero cuando esta alcanza su forma final, la aparición es breve. Lo mismo en la segunda, cuando Sam Neil se ve perseguido por criaturas símil Cthulhu que emergen del abismo, hay apenas uno o dos planos que muestran a las criaturas, realizadas en pintoresco stop motion.
En CdMA no existe la economía narrativa, sino el exceso. Y los directores deciden priorizar el shock, la abundancia, y el entusiasmo por los efectos old-school en detrimento de la coherencia. El mashup entre las sensibilidades de Romero y Carpenter con las visiones infernales de Clive Barker o de Lucio Fulci en su clásico El más allá tampoco se lleva bien: CdMA va tildando referencias a otras películas (desde La noche de los muertos vivos a Hellraiser 2) pero se olvida del subtexto y el comentario que siempre caracterizaron a Carpenter y Romero, o del espíritu profundamente perturbador de Fulci y Barker. El traje no hace al invitado.

Aún a pesar de estas falencias, CdMA es una película que todos los seguidores del género deberían ver, acaso por la profunda devoción-amor que los directores exhiben por el género (casi un museo del terror) y porque resulta satisfactorio ver una película de este género que no vaya por el lado de la sensibilidad artie-festivalera a la manera de La bruja o Viene de noche, pero tampoco sea un pastiche autoconciente a la manera de las películas de Adam Wingard. Es una película de fans para los fans, y aunque la ejecución no está a la altura de su ambición, hay varios momentos destacables que no puedo dejar de mencionar: las mencionadas escenas con los encapuchados, un descenso al infierno (en rigor, el sótano del hospital) lleno de criaturas abominables, y el plano final, directamente levantado de la mencionada El más allá . Tal vez la próxima los directores puedan olvidarse del recorrido por la galería de horrores referencias, en favor de ideas propias. Si a eso suman las ideas visuales y el amor por el terror sin CGI que aparece acá, puede surgir una gran película en el futuro.

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