El Pasajero

Por Rodrigo Martín Seijas

El pasajero (The commuter)
Reino Unido-EE.UU., 2018, 104′
Dirigida por Jaume Collet-Serra.
Con Liam Neeson, Vera Farmiga, Patrick Wilson, Jonathan Banks, Sam Neill, Elizabeth McGovern.

El tren de la clase trabajadora

Por Rodrigo Martín Seijas

Convengamos que lo nuevo de la dupla que conforman Liam Neeson y el director Jaume Collet-Serra, no es una maravilla. Sí, en cambio, es una nueva muestra de las virtudes de una parte de la línea de producción media de Hollywood, que es la que le permite marcar una diferencia en otros terrenos y momentos mercantiles que escapan al alcance de los grandes tanques. Y es también, desde su construcción narrativa, formal y hasta temática, un resumen de la trayectoria del actor como héroe de acción y de la carrera del realizador. No es mucho, podrán decir. Tampoco es poca cosa.

Liam Neeson In The Commuter

Un resumen que es también una declaración de principios, o más bien, un reconocimiento del lugar que se ocupa. Porque si Collet-Serra siempre ha trabajado historias con limitaciones bastante específicas de lo espacio-temporal (por ejemplo, Non-stop: sin escalas, Una noche para sobrevivir y Miedo profundo, funcionaban como mecanismos de relojería pero también como retratos de espacios determinados), Neeson solo pudo hacer de héroe imbatible en la infame trilogía de Búsqueda implacable y luego se ha dedicado a construir personajes capaces pero no necesariamente profesionales, y definitivamente problemáticos.

Ya el arranque de El pasajero, que trabaja sobre la incidencia de lo cotidiano y la rutina a través de un aceitado montaje, muestra a un laburante, a un tipo cuyas metas de vida pasan por el núcleo familiar. Ese ex policía que pasó a trabajar como agente de seguros y que es despedido súbitamente, con lo que afronta el abismo del futuro incierto, es interpretado por Neeson con una convincente vulnerabilidad. “Tengo 60”, dice en un momento, y esa afirmación no es para chapear, para decir “soy un tipo re experimentado”, sino otra forma de declarar “estoy en el horno”. Ese tipo de 60 se subirá al mismo tren de siempre, para emprender el viaje usual de vuelta a casa, junto a los ya habituales compañeros pasajeros, aunque ese trayecto para regresar al hogar ya no será el mismo. Y no solo porque ya no tiene trabajo, porque ya ha quedado al margen de esa misma clase trabajadora de que supuestamente es parte, sino porque le harán una propuesta de esas que no se pueden rechazar. O al menos no este trabajador, en el borde de una situación complicada y sin mayores perspectivas de cómo resolver el problema de un despido.

1044434 Cinesite Delivers 860 Shots Commuter

El personaje encarnado por Vera Farmiga es una clara figuración de un poder invisible, poder que mueve los hilos y usa a otras personas a su antojo. Ella es la que le propone (pero también obliga mediante extorsión) a Neeson encontrar a un pasajero que no encaja dentro del tren, para así señalarlo apropiadamente. Es ella la que activa la verdadera travesía para este tipo de 60 -que mostrará tener muchas capas de las que incluso él mismo piensa-, que sirve también para ir configurando un conciso retrato sociológico. Y es que El pasajero no se queda en el molde previsible del thriller de acción. Es también una especie de drama social sobre los blue-collar, sobre esa clase trabajadora estadounidense que diariamente viaja a las grandes ciudades para laburar y luego retorna a sus hogares en los suburbios. Esa clase esencialmente vulnerable, rehén de los vaivenes políticos y económicos, pero también de los poderes que pueden despedirlos, manipularlos o eliminarlos de acuerdo a sus deseos, objetivos o necesidades. De ahí que la película de Collet-Serra no solo funcione por la precisión de su trama sino que construye una figuración que la excede. Por eso el personaje de Farmiga es menos un personaje que una función que permite explicar los tironeos a los que están sometidos esos personajes de la clase trabajadora.

El pasajero no viene a decir nada nuevo: es una expresión sucinta de ese malestar y desconfianza que atraviesa a las clases medias estadounidenses con los poderes políticos y económicos. Collet-Serra, como narrador, es plenamente consciente de eso, y actúa en consecuencia: no busca delinear grandes discursos y en cambio apela al sobreentendido que proveen los géneros como sostén de su posición ideológica, trabajando con estereotipos y retorciéndolos en la medida justa y necesaria. Y de paso, vuelve a demostrar sus capacidades formales no exentas de virtuosismo: ahí tenemos, por caso, un estupendo plano secuencia durante una pelea cuerpo a cuerpo.

Como decíamos antes, no es una película perfecta: hay giros sobre el cierre que no terminan de justificarse y hasta son previsibles, además de remarcaciones que entorpecen lo que se narra. Pero aún así se impone a lo largo del relato una consistente nobleza, que nace de la coherencia: El pasajero es cine sobre, por y para laburantes.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter