El Rey León

Por Gabriel Santiago Suede

El Rey León (The Lion King)
EE.UU., 2019, 118′
Dirigida por Jon Favreau.
Con las voces (en su versión subtitulada) de Donald Glover, Beyoncé, Chiwetel Ejiofor, John Oliver, James Earl Jones, Seth Rogen y Billy Eichner

Lo posible y lo imposible

Por Gabriel Santiago Suede

Reescribir es algo más que volver sobre un escrito inocentemente. La operación de reescritura, si encima, carece de apropiaciones adecuadas, termina siendo una mecánica glacial. Esa fascinación con la pérdida de la identidad pero que a su vez se pierde en el proceso de falsificaciones fue motivo de análisis, certezas, visiones y revisiones en el Borges de Pierre Menard, autor del Quijote. En aquel texto, la reescritura palabra por palabra de un texto canónico nunca podía ser generadora del mismo texto. Entre otras cosas porque somos también nosotros quienes cambiamos la mirada, la perspectiva, el punto de análisis. Ningún texto es idéntico a si mismo incluso siendo exactamente el mismo.

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Allá por 1998, luego de un giro en su obra tras la canonización de En busca del destino (1997), Gus Van Sant propuso un experimento que no fue particularmente bien recibido tanto por público como por crítica. Hablamos de Psicosis, en donde el director copiaba casi plano por plano al film original de Alfred Hitchcock (1960). Pero en este caso particular GVS se había propuesto una serie de intervenciones visuales y sonoras que no dejaban de tener una función bien concreta: afectar la operación de la copia por medio de disrrupciones, como si en alguna medida la marca de autor buscara prevalecer sobre el ejercicio impersonal. Lo extraño es que ese ejercicio impersonal ya de por sí detentaba una mirada individual. En esa precisión por dejar la huella, GVS lograba exactamente el efecto contrario: que el ejercicio de la distancia que supone una copia literal y confesa deje de operar como extrañamiento para ser, lisa y llanamente, un ejercicio de estilo inmotivado. En definitiva: la cita sin marcas decía más sobre el paso del tiempo y sobre la película en sí que sobre Van Sant. La intervención lo único que supuso fue un gesto histérico de contemporaneidad y de soberbia sobre el material.

Mufasa And Simba In The Lion King 2019

En plan de reescrituras Disney parece haber ingresado en un terreno pantanoso. Pero, claro está, no es lo mismo reescribir y apropiarse para volver a filmar una película como El libro de la selva (película que además de la versión animada de 1967 había tenido una gran versión live action en 1994, dirigida por el olvidado Stephen Sommers), que en 2017 supo tener una gran adaptación de parte de Jon Favreau que hacerlo plano por plano copiando a una película animada de hace un cuarto de siglo. En ese experimento extraño que es el acto de calcar lo hecho por otro se adentra Favreau para hacer esta versión gélida de El Rey León. La pregunta se impone: pero si la versión animada funcionaba (y funciona) y esta lo único que hace es copiar a la original plano por plano…por qué la nueva versión (que simula ser live action pero que es 100% digital, es decir, nada de lo que vemos en ella realmente existe) no funciona en lo más mínimo y la original si? No serían la misma película pero con recursos mejorados, de hiperrrealismo? Bueno, antes que nada, nadie dice que el hiperrrealismo mejore las cosas. Y ese es el punto de partida de los muchos problemas que exhibe El rey león cosecha 2019: su exceso de realidad es justamente aquello que la convierte en un ejercicio frio y distante.

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De más está decir que la animación, a diferencia del live action maneja y construye otros códigos en realación a el verosímil realista en la imagen. La animación (en particular la hecha a mano) tiene un componente de inevitable distancia que, contrario a lo que podríamos pensar en un inicio, nos obliga a un contrato: nada de lo que vamos a ver sucede y a la vez sucede y debemos creerle a lo que vemos. La animación nos pide que suspendamos la incredulidad como pocas cosas y pocos medios expresivos. Por eso la disminución de las películas animadas por dibujo analógico suplidas por la animación digital que se desespera por parecer algo que ontológicamente no es, termina construyendo esta clase de catástrofes: que el hiperrealismo del falso live action nos haga pensar que en efecto estamos más cerca de cualquier clase de efecto sensible cuando, bien por el contrario, lo que hace es recordarnos todo el tiempo ese hiato representacional. Y la realidad es que la película de Favreau, a diferencia de la lograda El libro de la selva no puede resolver ese hiato espantoso. De ahí que el resultado sea por momentos risible.

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Apenas dos escenas: en la original, Simba ve morir a su padre y el efecto dramático se refuerza por un zoom out que acompaña su gesto. Esa decisión formal habla del abandono y la sensación del personaje de sentirse solo en el mundo. Ese recurso en la versión 2019 no solo no funciona de la misma manera (puesto que hemos visto la escena y no nos conmueve del mismo modo), sino que termina ejerciendo un efecto contrario: ese zoom out resulta cuasi paródico, como si la película se riera de si misma (algo que no sucede, aclaro). Una segunda: Simba en la original hablaba con su padre, materializado en un cielo de hermosas nubes nocturnas. Esa escena sucedía en un plano temporal impreciso. Y la versión animada comunicaba ese efecto con contundencia. En la versión de 2019, en cambio, ese proceso, que podía ser el resultado de una larga toma de conciencia de Simba ante las palabras de su padre Mufasa, toma apenas unos pocos segundos. Pero esto que les menciono es apenas la punta de un iceberg extenso y gigantesco, en donde nadie parece preocuparse por los efectos de hacer posible todas las imágenes que querramos. A veces los límites tienen esa función fantasmagórica pero necesaria: que no todo tenga una representación precisa. Y que nuestra imaginación haga el trabajo de acercarnos a las películas. Este falso live action nos pone frente a la pesadilla de que accedamos a todo lo posible, si, pero que al mismo tiempo esa decisión haga que el cine sea cada vez más imposible.

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