Entrevista a Sebastián Schjaer, director de La omisión

Por Federico Karstulovich

Sin techo ni ley: Entrevista a Sebastián Schjaer, director de La omisión

Por Federico Karstulovich

Responsable de una carrera más que interesante como cortometrajista, el salto hacia el largo no hizo más que confirmar lo que sus trabajos previos auguraban: Sebastián Schjaer tenía una idea de mundo para contar. Pero las ideas no vienen solas, en formato abstracto. Aquí hay ideas audiovisuales por doquier. Luego de ver la película en cuestión, quisimos hablar con su director. Con un pie puesto en las formas de la modernidad pero al mismo tiempo con la sequedad de un lenguaje que no reniega del clasicismo, nos adentramos en algunas preguntas. De esto y más temas hablamos en Perro Blanco con el director de la imprescindible La omisión, acaso uno de los estrenos argentinos del año.


PB: Hay una idea muy interesante en tu película que relaciona el modo de conocer a los personajes con la manera de filmarlos. En ese sentido, es interesante tu decisión de trabajar con ciertos tamaños de plano (muy cortos en muchos casos) en relación a una inmediatez real. ¿Cómo pensaste el modo de presentar a esos personajes en términos formales?

Desde el título en adelante, “La omisión” propone un trabajo con todo lo que no está dicho pero sí sugerido. La estructura, pensada así desde la instancia de guión y reforzada en la etapa de montaje, propone ir entrando muy paulatinamente en el mundo de Paula. Creo que ese modo de ir accediendo a la información sobre el personaje es bastante similar a la manera que ella tiene de enfrentarse con su propio deseo. Es decir, que la película va quitando velos en la medida en que el personaje va accediendo a pensarse a sí mismo. Cuando pensamos las puestas de cámara en el rodaje, tuvimos siempre en cuenta esa idea rectora de la película: ¿cómo hacer para narrar un centro más profundo y contundente del personaje sin decirlo todo de una? El modo más genuino y real que encontré de responder esa pregunta fue trasladando esa curiosidad que sentía por Paula a un modo de mirar y encuadrar a todos los personajes. Los planos cerrados tienen, no obstante, una contraparte mucho más sutil pero también más contundente, que es el trabajo con el sonido. A lo largo de la película vemos fundamentalmente rostros, pero escuchamos un paisaje sonoro abrumador y opresivo que va generando esa tensión creciente a lo largo del relato.

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PB: En ese sentido resulta muy interesante pensar el modo en el cual la protagonista es presentada y cómo accedemos a su cabeza, a sus decisiones: todo es imprevisible. Pero eso no la vuelve (o quizás sí lo haga, no sé) una persona libre, sino una persona en circulación. ¿Cómo te planteaste a este personaje expuesto a determinadas circunstancias pero que no reacciona como quizás uno podría prever? ¿Hay alguna idea de conciencia política de su lugar en el mundo con esas decisiones?

Yo creo que la libertad mucha veces tiene que ver con la afirmación de que lo imprevisible es una parte constitutiva de uno. No siento que todos tengamos un modo de vernos y pensarnos tan claro como solemos mostrar, sino más bien que esa opacidad con la cual nos relacionamos con nosotros mismos muchas veces es enmascarada por una falsa sensación de seguridad y coherencia. Por otro lado, la sociedad nos impone un modo de actuar frente a diferentes patrones. Ese modo de actuar tiene un anclaje moral completamente arbitrario y corrosivo. En el caso de Paula, el hecho de ser madre la enfrenta con las expectativas y los mandatos sociales. Es un tema que ha estado muy presente en este último año y creo que la película apunta en esa misma dirección. La conciencia política se manifiesta en la película como conciencia del deseo propio.

PB: Hay en la película toda una serie de decisiones que quedan fuera de campo, al fin y al cabo grandes omisiones. ¿Cómo te propusiste estructurar esta narración con esos personajes en función de esos huecos, esos faltantes, esos grandes fuera de campo informativos?

Una vez que terminamos la película, tuve la sensación de que a lo largo del film todo está omitido, pero al mismo tiempo todo está ahí. Porque la presencia de las cosas no sólo se manifiesta en el campo de lo visible, sino en un marco más amplio que es el de la percepción. La película está minada de indicios, que muy de a poco acaban por armar un rompecabezas desordenado, pero lleno de piezas. En la medida en que el espectador accede a completar todas esas omisiones, la película se encarna en ellos de un modo, a mi entender, más potente y visceral. El trabajo de atravesar esa experiencia difícil por la que pasa el personaje se traslada a los espectadores y, en ese sentido, creo que todos acabamos conociendo algo de Paula que de otro modo nos sería ocultado.

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PB: En un momento de la película, la protagonista da una descripción perfecta de su situación: “un poco extranjera para ser local, un poco local como para ser extranjera”. Esa idea, la de un personaje que siempre no tiene lugar, se plantea en casi cada uno de los espacios por los que pasa. ¿Por qué te pareció que el sur era ideal para enfatizar esto? ¿Cuál fue el modo de pensar dramáticamente las locaciones para acentuar esa extranjería?

Junto a Melanie Schapiro, productora de la película, hicimos largos viajes en auto por el sur buscando el lugar en donde situar la historia. Llegamos hasta Esquel, pero ningún lugar nos acababa de convencer. En ese momento, Melanie insistió con una idea que en un comienzo habíamos desechado por las complejidades que traía: filmar en Ushuaia. Poco tiempo después, viajé a la ciudad y me instalé unos cuantos días. Inmediatamente, la película cobró otra dimensión. Algo de ese anonimato en un lugar tan lejano y desolado se encarnó en el personaje de Paula. Ushuaia es una ciudad muy especial por muchos motivos: en primer lugar, queda literalmente en una isla, y eso se siente en el cuerpo en cuanto uno llega, estás como caído del mapa y lejos de todo; en segundo lugar, además de la belleza del paisaje natural patagónico, tiene un paisaje industrial muy intenso, como un lado B de la ciudad que me interesaba retratar; por último, es una ciudad a la que llega gente de todos los rincones del país escapando de historias de vida muy duras y, de algún modo, esa ciudad hostil se presenta para todos ellos como una ciudad-refugio. Todos estos elementos fueron tomando presencia en el proceso de escritura que siguió a ese viaje inicial, y de esa manera Ushuaia, con sus espacios anónimos y de tránsito, se convirtió en una segunda protagonista de la película.

PB: Hacia el final de la película aparece un aspecto inquietante, no porque el personaje no pueda decidir lo que decide, sino porque en realidad ese comportamiento es menos sorpresivo de lo que podríamos pensar, como si, en realidad, ya desde el inicio, el mismo personaje nos estuviera dando indicios de por dónde viene lo que va a pasar con el final. ¿Tu idea, en este sentido, era sorprender o que pudiéramos encontrar una conducta rastreable en el personaje? No lo digo como un señalamiento moral, sino como una operación consciente sobre la idea de ser madre que parece emerger de esa decisión.

Me interesaba que la película fuera como un paréntesis en la vida del personaje, casi como retratar un momento en bruto de sus días en el sur. Es por eso que “La omisión” arranca ya empezada, con un personaje que escapa de alguien que no se sabe quién es. Pensando retrospectivamente, diría que Paula escapa de sí misma y que la película cuenta la historia de esa huida intermitente, hasta que finalmente ella toma una decisión con respecto a su propia vida, y en ese momento la película termina. Es llamativo que algunas personas reparen en que la decisión de Paula está únicamente relacionada con el hecho de “dejar” a su hija. Yo más bien creo que la decisión de Paula está relacionada con la toma de conciencia de su propio deseo. Esa pequeña diferencia se vuelve fundamental, porque en la primera hay un juzgamiento moral, mientras que en la segunda se entiende a un personaje que está empujando por conquistar algo de terreno de libertad para con su propia vida. En ese sentido, estoy de acuerdo con lo que decís acerca de que sí aparece una serie de elementos que permiten rastrear el origen de esa decisión.

La Omision

PB: ¿Cómo fue la recepción de la película en el extranjero, y cómo la sentiste aquí?

Tanto en el Festival de Berlín como en Buenos Aires, la recepción de la película fue muy buena. Yo tenía algo de miedo acerca de cómo los espectadores se iban a enfrentar con ese final que descoloca y deja una sensación incómoda, pero para mi sorpresa esa incomodad fue en general muy bienvenida. Como decía antes, sí hubo gente que quedó descolocada con la decisión de Paula, pero en términos generales sucedió más bien lo contrario. Creo que ante todo, sentí siempre que lo que prevalecía en los espectadores era un tono general y un modo de estar en el mundo que la película construye para ser habitado.

PB: ¿Tenés algún otro proyecto en mente en breve?

Estoy escribiendo una nueva película. Se llama El espacio sideral. Tiene muchos puntos en común con La omisión, pero con un tono distinto. Transcurre en Buenos Aires, durante el verano, cuando la ciudad está vacía. Tiene también una protagonista mujer que está buscando a alguien que nunca encuentra, pero esa búsqueda la conduce por caminos que revelan personajes y situaciones luminosas.

PB: Recordanos si sigue en cartel y en dónde…

Sí, para quienes no la vieron o quieran volver a verla en pantalla grande, La omisión se dará todos los domingos de septiembre a las 20:30 hs. en el Centro Cultural Recoleta.

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