Judy

Por Sergio Monsalve

Judy 
Reino Unido, 2019, 118′
Dirigida por Rupert Goold.
Con Renée Zellweger, Jessie Buckley, Finn Wittrock, Rufus Sewell, Michael Gambon, Darci Shaw, Bella Ramsey, Royce Pierreson, Tim Ahern, John Dagleish, Gemma-Leah Devereux, Fenella Woolgar, Andy Nyman y Phil Dunster.

Un lugar sin arcoíris

Por Sergio Monsalve

Londres ofreció una segunda oportunidad a Judy Garland. En particular cuando su estrella había menguado en Estados Unidos, a raíz de innumerables decepciones sentimentales y profesionales. La película británica, de 2019, explora las vivencias y tensiones de la cantante, entre el recuerdo de su pesadilla americana y el efímero sueño de resurrección que le brindó su estancia en el Reino Unido. Por eso el público de la ansiedad millenial puede sentirse decepcionado con la narrativa del guion, al extrañar el desarrollo de mayor información dentro del canon de un biopic al uso. He leído varias reseñas que reclaman el escaso interés de la película por ahondar en la historia oficial de la protagonista de El Mago de Oz. En lo estrictamente personal, mi vista cansada de la temporada de premios, agradece, por el contrario, que el escritor del libreto decida ahorrarse el trámite de contarme otro relato de la enciclopedia británica sobre el origen, la evolución y la muerte de la protagonista. 

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Es el año 1968 y el éxito de la artista parece cada vez más esquivo, traumático y maldito. Una oscura y melancólica soledad embarga a una artista que tocó el cielo con las musas del clasicismo de la Metro, al servicio de genios temibles como Víctor Fleming, para progresivamente irse apagando y eclipsando como un símbolo karmático de la indudable decadencia de un sistema de producción y creación, en la era en que los estudios comenzaron a derrumbarse y comenzaron a ser refundados por una nueva generación. 

Judy, por tanto, es símbolo perfecto de la tesis del profesor Carlos Losilla en el libro “La Invención de Hollywood”, donde se plantea el declive de las tradiciones industriales, conforme llegaron los tiempos de la posguerra y el nihilismo del film noir, así como emergieron los contagios del barroquismo y la estela del manierismo renovador de los independientes como Roger Corman que le propinaron una estocada de muerte a la meca en plenos años sesenta. 

Paralelo a la época del filme, ocurren toda suerte de trastornos que cambiarían la faz del cine para siempre. Sin ir muy lejos, en el 1963 se derrumba la producción de Cleopatra que allanaría el camino para la consagración de Easy Rider y Midnight Cowboy en los albores de la contracultura mainstream. 

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Por ende, Judy sufre el choque de lo viejo con lo nuevo en diferentes época. Al inicio de su carrera ascendente, la película presenta su fase de víctimas de los regímenes dietéticos y profesionales que le causaron desórdenes alimenticios, crisis nerviosas y problemas severos de insomnio. La chica quería comer pastel y salir con el pretendiente de ocasión. Pero su edad la hizo presa fácil del pacto fáustico que le antepuso la fama a la banalidad o la intrascendencia del anonimato. Cualquiera, en su lugar de niña inocente, correría con la misma suerte de ser el instrumento de un andamiaje que la catapultaría al olimpo de los semidioses del show bussinnes, al precio de extinguirse prematuramente. 

Siendo honesto con ustedes, no esperaba que la película Judy fuese tan negra, tan Sunset Boulevard, tan cáustica y autoconsciente, tan esplendida en su exposición minimalista de una tragedia sin retorno. Renée Zellweger merece que recordemos que encarnó el avatar, el alter ego de una mujer menuda y frágil como ella, que le aterraba el aislamiento y que encontró consuelo en sus últimos fanáticos, con los que quería conversar, cocinar y beber una copa en la intimidad, sin que nadie la condenara o la sometiera a un absurdo escrutinio. 

Judy, la película, es dolorosa, gozosa y feliz como la vida y el cine en ocasiones. Tiene un dejo a Fat City, al réquiem que valoramos en las despedidas de Eastwood, al calvario que asume Renée Zellweger para que la reconozcamos y para que los haters la dejen en paz. Si conecta con una sensibilidad presente, aquí está mi preferida del grupo con algo de Rocketman.  Acaso sea LA película que conviene reivindicar en el marco del actual exploitation de los neomusicales británicos.  

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