La maestra

Por Federico Karstulovich

La maestra (Ucitelka)
República Checa-Eslovaquia, 2016, 102′
Dirigida por Jan Hrenejk.
Con Zuzana Mauréry, Zuzana Konecná, Csongor Kassai, Tamara Fischer, Martin Havelka, Éva Bandor, Oliver Oswald, Peter Bebjak. Monika Certezni, Peter Bartak, Jozef Domonkos y Judita Hansman.

Con el diario del lunes

Por Federico Karstulovich

Usualmente, en el mundo de las ideas, muy poca gente es proclive a tomar alguna clase de riesgo. Por el contrario, la tendencia suele ser la de no provocar olas. La de conservar y cuidar el nicho, la de no mover demasiado el avispero. Dicen algunos, entre ellos Marco Aurelio, que a veces sostener la propia voz no te deja con otra compañía que tu propia voz en el viento. Y tal como dije antes en el mundo de las ideas, en el mundo intelectual, si bien parece haber una celebración del encuentro de la propia voz, en general lo que se celebra es la pertenencia. Y la pertenencia, como los perritos en una cucha, da calor, seguridad, cuidado. Y nos hace sentir menos solos.

Son pocos los casos en los que el cine, frente a determinados horrores, se propuso interpelar en tiempo presente a regímenes totalitarios. Son pocos los que se propusieron hacerlo desde dentro. Y son pocos los que se propusieron hacerlo con honestidad intelectual, sin mediar que aquel que estaba enfrente pudiera ser parte del partido político con el cual se simpatizaba.

Cuando veía La maestra me pasaba una cosa que me pregunté en infinidad de ocasiones con el cine argentino pero que, evidentemente, no es potestad de nuestro cine local (que se caracteriza por ser especialmente callado, al menos desde el 2001 a nuestros días, no vaya a ser que por levantar la voz se pueda trabar algún crédito en el INCAA o algún comité de evaluación no elija el proyecto). Lo que me preguntaba era cómo hacía una película como esta para configurar una denuncia tan demodé, tan atrasada en el tiempo, tan con el diario del lunes sin que se le cayera la cara de vergüenza por su costado explotation.

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Si me lo preguntan, creo que casi todo cine que entra de ese injusto y heterogéneo grupo llamado cine periférico ha encontrado, alguna vez, el lugar ideal por donde construir un nicho a partir del cual una cinematografía pueda “vender” su perspectiva de mundo: lo fue el nazismo y la separación de las alemanias para el cine alemán (siendo que de periférico tiene poco y nada), lo ha sido la dictadura de los Ceausescu para el cine rumano (no todo por suerte), lo ha sido la dictadura de Pinochet para el cine chileno, lo ha sido la última dictadura argentina (1976-1983) y la crisis del 2001 para el cine argentino, lo ha sido la primavera árabe para cierto reciente cine de medio oriente, lo ha sido la revolución islámica para cierto cine iraní. Luego me detendré en el caso Panahi para establecer los contrastes. Solo recuérdenlo.
Encontrar un nicho y explotarlo socio-histórico-dramáticamente puede ser un hecho polémico pero no necesariamente algo malo. Justamente porque hay directores que, aún con el diario del lunes, han sabido hacer las preguntas necesarias para que ese diario no les haya brindado todas las respuestas que la película hipotéticamente podría hacerse sobre ese pasado remoto. El problema llega cuando la película se pregunta y se contesta sobre ese pasado, de manera que no busca interpelarlo sino hacer un uso demagógico del mismo. Cuando eso sucede el diario del lunes se convierte en el lugar desde el cual vociferar lugares comunes despolitizados. Cuando eso sucede la interpelación deja de existir y se da paso a la explotación del nicho. Y con la explotación no sobreviene el aprendizaje que permite haber experimentado ese mundo, sino la certeza de hechos encapsulados en el tiempo, hechos que no nos tocan (exactamente lo contrario al final de Noche y niebla de Alain Resnais).

La sensación de explotación, de denuncia tardía, de esto que pasó fue terrible y por eso lo mostramos es la sensación que me sobrevino frente a La maestra, que no hace otra cosa que denunciar ya no las grandes atrocidades del comunismo en tanto régimen totalitario que asoló a buena parte de Europa y en esta caso a Checoslovaquia (dicho sea de paso: por qué a tantos críticos les cuesta decir que el comunismo supo ser un régimen asesino pero no así con el nazismo? me resulta curioso, por lo que el diario del lunes incluso no es leído por varios), sino que pretende denunciar los espantos en pequeña escala casi a modo de metáfora de la irrupción del discurso totalitario en la vida cotidiana.

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Frente a la estrategia de la denuncia tardía yo no podía dejar de pensar en el cine de los exiliados, en el cine de los que resisten a los regímenes totalitarios, que son cines urgentes, anti-explotation, que no buscan el nicho sino que precisan hacer carne la angustia. Son películas que incomodan. Ahí están los Jafar Panahi, Rithy Panh, Marjane Satrapi y otros. Son directores que nunca van a entrar en una nómina de directores comprometidos porque entienden que el compromiso no es hablar del tema de moda o del tema que permite insertarse en el universo de los festivales porque abre una ventana hacia los horrores que buena parte de occidente decide no mirar (cuando las atrocidades del comunismo precisaban una ventana para ser denunciadas buena parte de occidente seguía hablando del imperialismo estadounidense en vez de haberse dedicado a escuchar cuando las víctimas clamaban por una voz).

La maestra, en este sentido, y pese a que pueda tener las mejores intenciones, incluso autobiográficas, peca de comprometida, pero no hace ora cosa que formar parte de una de las tantas denuncias tardías, que llegan para que nosotros con el diario del lunes digamos “ay, qué terrible lo que pasaba aquí” mientras que en paralelo existían personas con las noticias de la semana anterior, desesperadas de encontrar voz y apoyo. A veces el cine de denuncia y testimonio son las formas  en las que el progresismo y la corrección política encuentran su vía para ser los mejores cómplices de los mayores horrores.

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