Robin Hood

Por Rodrigo Martín Seijas

Robin Hood
EE.UU., 2018, 116′
Dirigida por Otto Bathurst
Con Taron Egerton, Eve Hewson, Jamie Foxx, Ben Mendelsohn, Tim Minchin, Paul Anderson, Jamie Dornan, Josh Herdman, Nasser Memarzia, Kane Headley-Cummings, Björn Bengtsson, Ian Peck, Declan Hannigan, Charlie Vincent, Roderick Hill, Antonio Lujak, Nick Wittman

En busca de la aventura perdida

Por Rodrigo Martín Seijas

No deja de ser llamativa la cantidad de secuencias donde se puede apreciar lo fallida que es Robin Hood. O al menos cómo intenta ser un gran entretenimiento, una aventura desatada o una relectura renovadora del mito, para finalmente quedarse en las meras intenciones, como si siempre le faltara ese plus necesario para brillar y distinguirse. Sin ir más lejos, en su apertura, la voz over busca establecer un rango de autoconsciencia respecto a ese héroe arquetípico del folklore inglés, pero queda demasiado claro que hay un guiño forzado, una pose que se pretende liberadora cuando en verdad está forzada por la necesidad de conectar con una audiencia contemporánea, o al menos particularmente joven (o lo que el mainstream actual entiende que es un espectador joven hoy por hoy).

Robin 3 1

A Robin Hood se le notan todas las costuras y parches. Todos los materiales con lo que intenta construir el mundo que pretende construir jamás llegan a darle (iden)entidad a lo que vemos. Y quizás esto se deba a que la película nunca cree realmente en lo que está contando: no cree en ese joven rico y un tanto malcriado que es forzado a ir a las Cruzadas y que cuando retorna a Inglaterra debe emprender un progresivo camino del héroe para recuperar lo que tuvo y devolverle la dignidad a su comunidad; ni en las intrigas palaciegas, los robos imposibles, las mascaradas, las peleas con probabilidades inciertas, las rebeliones populares ni en los romances que desafían el paso del tiempo. Y si no lo cree es porque, acaso, está demasiado ocupada dejando en claro que el artificio es fantasía, que no hay magia sino apenas truco. Como si desconociera el pacto tácito de los géneros en el marco del clasicismo. Como si en el fondo despreciara el mundo que le da origen a los mitos cinematográficos.

Quizás por eso el personaje más honesto termina siendo el villano, el Sheriff de Nottingham –al que Ben Mendelsohn encarna de taquito- que no cree en nada, que es movido solo por el desprecio y el rencor, que recurre a la política y la religión como meros instrumentos para conservar el poder y que en esencia solo busca huir de un pasado marcado por las privaciones. Es un individuo sin habilidades físicas especiales, sin un destino marcado de antemano, sin lazos espirituales y afectivos, un individualista nato, pero consistentemente desagradable. Paradójicamente, a pesar de querer ser retratado como un traidor, es el único que nunca cambia de bando, porque solo está de su propio lado, lo cual a su vez le permite exponer la verdadera perspectiva de la película. Y en su canallada al menos hay transparencia, no hay cinismo ni guiño, sino el viejo y querido molde de los malos de manual (en el mejor sentido).

Eve Hewson Taron Egerton In Robin Hood 2018

En definitiva, Robin Hood es un film hijo de estos tiempos: cínico y canchero, aunque pretenda ser heroico y aventurero. Su superficie hiperbólica y lustrosa, al fin de cuentas, esconde sus limitaciones para atreverse a renovar géneros, por lo que no llega a ser más que un pastiche de ideas pobremente amalgamadas. Ojo, ya que por otra parte eso no deja de hacerlo, en cierto modo, interesante, porque es una muestra, una perfecta evidencia de las vacilaciones de buena parte de Hollywood cuando quiere tomar materiales clásicos y traducirlos a la contemporaneidad: hay una voluntad de realismo y actualización, de referencia constante, de exposición de los mecanismos narrativos que sustentan los relatos, pero falta lo esencial, que es la apropiación completa de la naturaleza de los cuentos, para así poder transformarlos en algo nuevo y vital que no se quede en la pose de superioridad de un post-clacisismo despreciativo.

Las consecuencias son inevitables: productos gigantescos pero sin alma, pretenciosos y timoratos a la vez, tan ocupados en prometer eventos que tendrán lugar en futuras entregas que se olvidan de ofrecer algo en el presente. Al igual que en La momia, en su versión más reciente al menos, Robin Hood es una película tan calculada, mecánica y carente de personalidad en su concepción, que conduce a un sentimiento inesperado (o no tanto), que es la nostalgia: si aquella película fallida con Tom Cruise nos hacía querer volver a ver a Brendan Fraser luchando contra entidades egipcias malignas, pero fundamentalmente volver a saltar, a adentrarnos en lo desconocido, al placer narrativo de la fluidez de los mitos; ésta nos lleva a extrañar a Kevin Costner, un verdadero príncipe de los ladrones que nos traía la aventura aquí ausente.

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