Manhunt: Unabomber

Por Federico Karstulovich

Manhunt: Unabomber
EE.UU., 2017, 8 capítulos de 60′
Creada por Andrew Sodroski, Jim Clemente & Tony Gittelson
Con Sam Worthington, Paul Bettany, Jane Lynch, Rowan Bousaid, Will Murden, Carter Zier, Colby Zier, Jana Allen, Griff Furst, Rebecca Henderson, Bonnie Johnson, John Merical, Paul Costley, Steve Coulter, Mary Rachel Dudley, Lynn Collins, Chris Noth, Brian F. O’Byrne, Mark Duplass, Elizabeth Reaser, Michael Nouri, Gregory Alan Williams, Rhoda Griffis, Wilbur Fitzgerald, David Jensen

The cabin in the woods

Por Federico Karstulovich

A primera vista no se me ocurren extremos más opuestos en el arco dinámico de eso que se llama “activismo político” (que vendría a ser una alternativa de participación en política al tradicional y ya algo desvencijado concepto de militancia partidaria) que las formas rousseaunianas que alguna vez supo adoptar Henry David Thoreau -con su rechazo furibundo a la sociedad industrial- por un lado y el más reciente y cool concepto de aceleracionismo, que a diferencia de esa suerte de anarcoecologismo del mencionado autor estadounidense, se presenta como una suerte de izquierda pro-tecnología. Lo interesante de esos opuestos (nunca los extremos son recomendables, por eso hay grises notables en el medio, entre ellos el Junger de La emboscadura, libro al que hay que leer mil veces para entender el presente) es que, en alguna medida se tocan más de lo que podríamos sospechar.

De hecho, el texto de Thoreau supo ser un gran horizonte de referencia para eso que se conoce como movimientos de resistencia pacífica y desobediencia civil. En este punto, valga aclarar, Thoreau no era un simple pelmazo que un día decidió irse al bosque, sino que su propuesta contaba con una base de sustentabilidad dada por vaciar a ciertas estructuras de las todavía jóvenes democracias liberales de occidente, justamente a partir de retacearle a las mismas la participación civil, intentando, en alguna medida, que los ciudadanos adquieran alguna clase de autonomía (el autonomismo, Toni Negri, Holloway y varios más supieron ser estrellitas en el firmamento post 2001 en Argentina). En el otro lado del arco se encuentra un movimiento que supo escuchar (como dijera Borges) al Marx que hablaba de un estado avanzado del capitalismo para pensar en una instancia revolucionaria. Hablamos del aceleracionismo del que solo les diré (el resto pueden indagarlo en internet y van a encontrar muchas cosas, entre ellas su manifiesto, recuerden esta palabra) que no hace otra cosa que poner en la superficie la máxima marxista de abrazar las contradicciones. Acelerar las contradicciones mediante el aislacionismo dejando en evidencia las limitaciones de la sociedad industrial o exacerbar las contradicciones de la sociedad industrial mediante la incorporación de elementos del “enemigo” a una causa revolucionaria (celulares, medios de comunicación en redes sociales, sistemas de organización reticulares determinados por programas avanzados de vinculación virtual, etc).

Manhunt: Unabomber (título poco inspirado, seamos sinceros) se reconoce en ambos extremos. En el de la reclusión en la naturaleza y en el de la exposición de las contradicciones (pero no en el abrazo de las mismas). El asunto es que sus personajes, a la larga, terminan siendo más interesantes y contradictorios que buena parte de los postulados que andan dando vueltas por la superficie del mundo que la serie nos quiere vender. Quizás ese sea el gran problema que manifiesta la serie: que ahí en donde el mundo audiovisual televisivo más interesante que podamos ver hoy se aleja desesperado de la psicología y la categorización de patologías (individuales y sociales) esta serie tiende a caer en lugares comunes que no aportan mayores matices a personajes que de por si los tienen. En definitiva, el mundo que cuenta M:U es interesante porque sus personajes no saben donde están parados (o si creen saberlo llegan a la conlcusión de que no saben muy bien cómo llegaron al lugar que llegaron).

Hablaba de Thoreau, si, pero en M:U el mencionado y canónico escritor estadounidense es apenas una excusa, un punto de partida para llevar adelante una serie de prácticas violentas cuyo fin es (a riesgo de sonar redundante) acelerar las contradicciones del mismo sistema capitalista industrial moderno, en este caso mediante la toma de estado público de un manifiesto que denuncie el avanzado desarrollo tecnológico que como resultado ha afectado al desarrollo humano. En este punto, el accionar de Ted Kaszynski (ese era el nombre del mejor conocido como Unabomber, responsable de haber llevado a cabo 16 actos de terrorismo con bombas caseras contra civiles) no se alejaba mucho de los postulados de la izquierda más extrema que entendía que “cuanto peor mejor”. Y si para llegar a ese peor había que extremar las contradicciones sociales del sistema (pero no las propias, como dijimos antes, acaso la gran diferencia con el aceleracionismo, que asume las contradicciones individuales pero no tiene mayor capacidad para provocar un efecto en cadena de contradicciones sociales). Lo interesante es que los personajes de M:U si quedan evidenciados ante las mencionadas contradicciones personales, lo que hace da a la serie un valor lateral e involuntario en su acercamiento crítico a la reconstrucción de los hechos: ahí donde al finalizar el caso queda subsumido a un expediente más son los personajes los que dejan expuesto un sistema de ambivalencias varias, indefiniciones políticas que en la serie se simbolizan en la escena del semáforo y el respeto a las reglas y las leyes.

Manhunt Unabomber 10

M: U  promete cosas que no cumple. Promete un ingreso inquietante a la cotidianeidad de un terrorista pero en vez de ser fría, distante, objetiva, hipnótica se vuelve caliente, psicologista, subjetiva y redundante. Nada de esa vida tiene interés alguno cuando todos los hechos que se encadenan en la biografía de una persona la definen como si se tratara de un mero orden de acontecimientos causales. En ese sentido las series no funcionan (al menos en tanto formato) con el mismo criterio económico de un formato como el del largometraje promedio. No: las películas cuentan tramas (al menos las clásicas), las series cuentan personajes. Pero contar vidas no significa explicarlas, sino adentrarnos en el mundo extrañado de vidas ajenas. Acaso ese es el componente voyeurista que mejor sabe explotar la narración audiovisual: poder suspendernos durante algunas horas en torno a una serie de vidas y acciones que no son las nuestras. El problema mayor de esta serie radica en eso, precisamente: al contar una trama (que puede ser conocida en mayor o menor medida), la serie ingresa en un terreno programático, como si buscara convencernos de algo. En cambio cuando da vida a sus personajes y sus contradicciones (acelerándolas, jeje, seamos marxistas) es cuando la serie ingresa en un territorio problemático. Y con lo problemático, el ingreso de los interrogantes.

Y acaso aquí esté el punto: lo programático se lleva bien con los manifiestos y las normativas (sin importar de qué lado de la línea sistema/antisistema se esté) mientras que lo problemático se lleva mejor con las personas, con los matices, con las variantes, con la posibilidad del error, con el inconveniente del ejercicio ético de elegir cuando toda elección quizás cargue con un problema encima. Por eso mismo resulta interesante pensar qué es lo que M: U  ilumina en relación al llamado activismo político.

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O al menos a mi me pasa eso: con el paso del tiempo terminé disfrutando (tanto en el terreno del activismo político como de las películas, libros, series, etc) mucho más de las preguntas que de las certezas. De las problemáticas de los sistemas antes que de las programáticas de los mismos. Y es que en alguna medida ese es el punto central del proyecto con rostro humano de Thoreau, para quien el programa era discutible. Por su parte no sé si los aceleracionistas tienen o no respuestas para dar, pero por lo pronto varias preguntas. En medio de todo eso hay un montón de posibilidades a partir de las cuales podemos inquietarnos y no conformarnos con lo que nos rodea. La paradoja de Manhunt: Unabomber es que traiciona a sus confundidos personajes. Y pretende que nos conformemos con eso. Comformarse no era una opción. Y menos en política.

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